DEMOCRACIAS MODERNAS Y VIEJAS VIOLENCIAS

Cuando en Latinoamérica por la década del 70 arreciaba la violencia en todos los niveles, se pensaba que la Democracia era la solución a todos los males. Hoy a la distancia y con crecientes y más complejos grados de violencia, deberíamos preguntarnos si no habíamos simplificado la cuestión, al no atender a las verdaderas causas que generan una sociedad violenta. Como en muchas otras cuestiones superficializamos el enfoque creyendo que porque periódicamente concurrimos ceremonialmente a un colegio a optar por el menos malo de los candidatos estamos haciendo democracia, quizás nos equivocamos. Aunque puede parecer de otro modo, la democracia formal expresada en el voto es sólo ( aunque obviamente necesaria), una expresión mínima de la democracia integral. La cultura democrática debe estar en toda y cada una de las Instituciones. El Poder Legislativo debe ser la sede donde se discuten las leyes para regular los comportamientos humanos, no el lugar donde se diriman las disputas partidarias. El Poder Judicial no debe ser un fuero esotérico el que la gente común no comprenda, cuyo acceso no se encuentre restringido sólo para aquellos que económicamente puedan costearlo y donde los Jueces no sólo envíen a las cárceles a los «ladrones de gallinas».

Pero lo más importante es comprender, de una vez por todas, que tanto las formas que adquieran nuestras democracias, como la violencia, son mera manifestación de «lo que es» nuestra sociedad. No debemos tener pruritos en aceptarlo, ya que sólo así podremos ver, comprender y «actuar»…

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