El alcance de estas discusiones
Pregunta: Los distintos estadios del desarrollo humano forman parte de un proyecto mayor de estudio de la evolución en general, algo que usted ha hecho, por ejemplo, en Sexo, Ecología, Espiritualidad. Ahora quisiera que revisáramos brevemente algunos de los puntos principales del proceso evolutivo y tratásemos de formularlos del modo más accesible posible.
Ken Wilber: Podemos comenzar con el hecho más que sorprendente de que existe un hilo conductor evolutivo común que conecta la materia, la vida y la mente. Estoy hablando de la existencia de ciertas pautas comunes, de ciertas leyes o hábitos que se repiten en todos esos dominios, de ciertos patrones comunes que pueden servirnos para comenzar nuestra investigación.
P:Usted también ha investigado los estadios superiores de la evolución de la conciencia, estadios a los que podríamos denominar espirituales.
KW: Así es, y entiendo que usted está hablando ahora de tópicos sugeridos por Schelling, Hegel, Aurobindo y muchos otros teóricos de la evolución, tanto orientales como occidentales. El hecho es que, desde una perspectiva no dual, la evolución se considera el Espíritu en la acción, Dios en la creación, un proceso en el que el Espíritu va desplegándose, manifestándose y actualizándose cada vez más en la medida en que va atravesando los distintos estadios del proceso de desarrollo. El Espíritu no es un estadio particular ni una ideología concreta ni tampoco un dios o una diosa preferidos sino la totalidad del proceso de desarrollo, un proceso infinito que, aunque se halla completamente presente en cada uno de los estadios finitos, deviene cada vez más accesible en cada nueva apertura evolutiva.
Así pues, podemos considerar –al igual que lo hacen las grandes tradiciones de sabiduría del mundo del mundo entero- a los estadios superiores o más profundos en los que el Espíritu consiente de sí mismo, despierta a sí mismo y comienza a tomar conciencia de su auténtica naturaleza.
Suele hablarse de estos estadios superiores del desarrollo como estadios místicos o “avanzados” pero, en realidad, se trata de estadios muy concretos, muy tangibles, muy reales, estadios asequibles para usted y para mí, estadios que constituyen nuestros potenciales más profundos. Y la observación cuidadosa de estos estadios a la luz de la evolución nos ayuda a comprender lo que ellos están desplegando y nos ayuda también a sustentar sus afirmaciones y a darles un sentido muy concreto.
Y estos estadios superiores – que, en el pasado, han sido alcanzados por algunos individuos, los más extraños, los más avanzados, los más dotados, la vanguardia de su tiempo- pueden proporcionarnos ciertas pistas sobre lo que la evolución colectiva nos depara a cada uno de nosotros el día de mañana.
P: Usted ha descubierto que las grandes tradiciones espirituales del mundo caen en dos campos muy amplios y diferentes.
KW: Así es, Si prestamos atención a los diferentes intentos realizados por el ser humano para comprender lo divino –intentos llevados a cabo tanto en Oriente como en Occidente, tanto en el Norte como en el Sur-, llegaremos a darnos cuenta de la existencia de dos tipos diferentes de espiritualidad a las que denomino espiritualidad Ascendente y espiritualidad Descendente.
El camino ascendente es un camino puramente trascendental y ultramundano. Se trata de un camino puritano, ascético y yóguico, un camino que suele despreciar –e incluso negar- el cuerpo, los sentidos, la sexualidad, la Tierra y la carne. Este camino busca la salvación en un reino que no es de este mundo, considera que el mundo manifiesto, el samsara, es algo malo o ilusorio, y su única aspiración consiste en escapar por completo de la rueda. De hecho, quienes sostienen este enfoque –los ascendentes- suelen considerar a quienes sostienen la visión opuesta –los descendentes- como si estuvieran engañados o incluso como si fueran malvados. El camino ascendente glorifica la unidad no la multiplicidad, la vacuidad no la forma, los cielos no la Tierra.
El camino descendente, por su parte, afirma exactamente lo contrario. Éste es un camino esencialmente intramundano, un camino que no glorifica la unidad sino la multiplicidad. El camino descendente enaltece la Tierra, el cuerpo, los sentidos e incluso la sexualidad, un camino que llega incluso a identificar al Espíritu con el mundo sensorial, con Gaia, con el mundo de lo manifiesto y que ve en la salida del sol y de la luna todo el Espíritu que una persona puede llegar a desear. Se trata de un camino puramente inmanente que rechaza toda trascendencia. Para los descendientes, de hecho, toda forma de ascenso constituye la encarnación del mal.
P: Una de las cosas que queremos discutir es la historia de la “guerra” entre los ascendentes y los descendentes, dos bandos enfrentados que aparecen a los ojos de los adversarios como el mismo diablo.
KW: Sí. Entre ellos existe una guerra declarada desde casi dos mil años, una guerra en ocasiones cruel y encarnizada. Desde la época que va de san Agustín a Copérnico, Occidente se movió siguiendo un ideal puramente ascendente, un ideal esencialmente ultramundano, un ideal según el cual la salvación y la liberación final no pueden ser halladas en este mundo, en esta Tierra, en esta vida. Tal vez nuestra vida concreta puede estar bien pero, desde ese punto de vista, las cosas realmente importantes sólo ocurren después de la muerte, en el dominio de lo ultramundano.
Con el advenimiento de la modernidad y de la postmodernidad, en cambio, asistimos a una profunda subversión de este punto de vista, una transformación en la que los ascendentes desaparecen de escena y dejan su lugar a los descendentes.
P: Lo que usted denomina “el imperio de los Descendentes” es otro de los tópicos fundamentales a los que debemos prestar atención. Según usted, el mundo moderno y el mundo postmoderno se hallan casi completamente atrapados en una concepción y una visión del mundo meramente descendente, lo que usted denomina el “mundo chato”.
KW: Así es, un “mundo chato”, la idea de que el único mundo que existe es el mundo sensorial, empírico y material, un mundo en el que no existen dimensiones superiores ni dimensiones más profundas, ni tampoco, por cierto, estadios superiores de evolución de la conciencia. Desde ese punto de vista, lo único realmente existente es lo que podemos percibir con nuestros sentidos o asir con nuestras manos, un mundo completamente despojado de cualquier tipo de energía ascendente, un mundo ajeno a toda trascendencia. Y, de hecho, los descendentes consideran que cualquier tipo de ascenso o de trascendencia es, en el mejor de los casos, un error, y un mal en el peor de ellos.
Bienvenido, pues, al mundo chato, bienvenido al mundo exclusivamente descendente. Los modernos y los postmodernos vivimos sumidos en un mundo puramente descendente, el mundo chato y desvaído de las formas sensoriales ininterrumpidas, el mundo anodino de las superficies monótonas y carentes de valor. El dios, o la diosa, del capitalismo, del marxismo, del industrialismo, de la ecología profunda, del consumismo o del ecofeminismo es el dios de lo que verse con los ojos, percibirse con los sentidos, registrarse con lo sentimientos o venerarse con las sensaciones, un dios al que puede hincarse el diente y que se agota en las formas.
Nos consideremos espirituales o no, todos los habitantes de este mundo chato adoramos a un dios puramente descendente, a la diosa de los sentidos, al mundo de las sensaciones, al mundo monocromo de la localización simple, al mundo que puede tocarse con los dedos. Nada hay más elevado ni más profundo para nosotros que el dios que cabe dentro de nuestro campo visual.
El cómo y el porqué de todo esto es algo que todavía deberemos discutir.
P: Usted afirma que las grandes tradiciones no duales orientales y occidentales siempre han tratado de integrar los caminos ascendente y descendente.
KW: Sí, siempre han intentado equilibrar la trascendencia con la inmanencia, la unidad con la multiplicidad, la vacuidad con la forma, el nirvana con el samsara, el cielo con la Tierra.
P: ¿La “no dualidad” se refiere a la integración entre el camino ascendente y el camino descendente?
KW: Fundamentalmente así es.
P: Ese es otro punto que también queremos discutir, las corrientes de la espiritualidad ascendente y de la espiritualidad descendente y la forma de integrarlas.
KW: Esto es muy importante porque tanto los exclusivamente ascendentes como los exclusivamente descendentes, al despedazar al Kosmos en sus fragmentos favoritos, no hacen más que fomentar la violencia de esta confrontación tratando de convertir y someter al otro bando, hurgando en sus heridas y contagiándose así su enfermedad
Pero no es en la confrontación mutua entre las dos corrientes donde hallaremos la armonía sino tan sólo en la integración entre ellas. Los ascendentes y los descendentes sólo podrán salvarse, por así decirlo, uniéndose. Y quienes no contribuyan a esta integración no sólo destruirán la única Tierra de la que disponemos sino que también dificultarán el acceso al único Cielo que, de otro modo, podríamos alcanzar.
Breve Historia de todas las cosas. páginas 28 a 33, Editorial Kairos.-