Los tres siguientes extractos pertenencen al libro: La Naturaleza del Tiempo. En el mismo se trata desde distintas ópticas una cuestión que, de algún modo, inquieta al hombre desde el comienzo de los «tiempos», esa inquietud (con visos de angustia), es plasmada magistralmente por nuestro inefable Jorge Luis Borges:
«El tiempo es la sustancia de que estoy hecho. El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego. El mundo, desgraciadamente, es real; yo, desgraciadamente, soy Borges».
La selección a que se hace referencia al comienzo, se basa particularmente en la idea de tiempo desde el mundo psíquico:
UNA INHOMOGENEIDAD DE TIEMPO. ..
… Muchas veces, el tiempo no parece homogéneo. El tiempo se presenta bajo diferentes formas o con distintas densidades. Por ejemplo, cada religión conoce días fastos o días nefastos, es decir, días propicios y días funestos: o, más específicamente, momentos óptimos en el transcurso de un mismo día fasto, períodos de tiempo “concentrado” y de tiempo “diluido”, de tiempo “fuerte” y de tiempo “débil”. Incluso para algunas sociedades pueden existir, en diferentes momentos de un mismo día, horas propicias o malas para llevar a cabo diferentes actividades. De hecho, el tiempo social e individualmente, no “vale” lo mismo en cuanto a los momentos. No es lo mismo el amanecer que el mediodía, el atardecer que la hora nocturna, Y todo debido a que las actividades son diferentes, Tampoco es análoga la misma hora, un día semanal que en un día de descanso. O una misma hora para el amo o el esclavo. Sobre la base de esta última discusión, uno podría decir que la duración depende de las vivencias. Un enfermo que posee ansiedad por conocer previsiones referidas al futuro y posee tiempos de espera vacíos, tiene una vivencia del tiempo “alargada”, lo siente y lo siente de manera «dolorosa”. Un niño que se divierte en un parque de diversiones supone, en cambio, que el tiempo vuela. Marvin Minsky ejemplifica la sensación de duración, del cambio y las vivencias. Los hombres dicen: “Recién escuché el caer de una gota”, no dicen: “Escucho el caer de una gota” ya que el episodio cesó incluso antes de que comiencen a hablar. En cambio, dicen: “Estoy enamorado” y no: “Recién estuve enamorado”. La distancia espacial sería análoga a la duración temporal y la distancia entre dos puntos, análoga a la distancia entre dos instantes, lapso, duración. Duración sería la persistencia de una realidad en el tiempo; un persistir, un “durar” de un instante hacia el otro. Para Baruj Spinoza, duración es una continuación indefinida de la existencia. Es indefinida, porque la duración no puede, jamás, ser determinada por la naturaleza misma de la cosa existente ni por la causa eficiente que pone necesariamente la existencia de la cosa, o sea, lo que hace que la cosa sea, pero que no la suprime; por eso es indefinida. La duración entonces, no depende de la cosa que persiste o dura y, además, aunque la causa eficiente le da comienzo, la “desaparición” de la cosa queda indefinida. Cuanto más lento opera un agente, cuando más largos son los intervalos entre los cambios de estado, más signos exteriores se ofrecen en esos intervalos. Esto es en parte relativo, y es que el signo podría repetirse monótonamente. De todos modos, es obvio que los hombres, cuando atienden a un mismo fenómeno, poseen una mayor cantidad de vivencias cuando mayor es el intervalo de tiempo de su atención. El mundo exterior, ¿le parece más rico a un agente lento que a uno rápido? La vida, a una tortuga, ¿le parece más vertiginosa o más tediosa que al picaflor?¿Qué es, entonces, el transcurrir de la vida para los hombres, de acuerdo con su edad, con la sociedad en el que vive, con el momento histórico, con su posición social, con su actividad?¿Qué es el transcurrir de sus vidas de acuerdo con el tiempo empleado para trasladarse al trabajo, respecto de la instrucción que se ha recibido, respecto de la duración del día y de la noche durante el año? De todos modos existe una cruda “homogeneización” de todo esto a partir del isocronismo y el reloj: se trata de una suerte de “réplica social” al tiempo subjetivo. En este sentido, Mare Ratcliff dice que el isocronismo-la igualdad de duración, consiste en regular los ciclos de la vida social y el trabajo más allá de la percepción subjetiva, de los ritmos del cuerpo, de las vivencias de los hombre o de la variabilidad en la duración de los cambios naturales producidos, por ejemplo en las estaciones, Es por eso que se emplean, como medida, los cambios periódicos de la naturaleza, las estaciones, el movimiento de los astros, el reloj. Los espacios de tiempo vacío, vividos o evocados por cada hombre, se llenan de manera continua con acontecimientos de amplitud similar y con ritmos de amplitud constante. Puede ser el movimiento de un péndulo o el pasaje de la Luna. Así se aniquila la subjetividad propia de cada uno, y al tiempo, en definitiva, se lo objetiva, Con ese tiempo objetivado se mide, precisamente, las duraciones de todos los tiempos subjetivos. Las implicancias sociales de estas diferencias cosmológicas no son directas, pero el tiempo regido por la duración de diferentes acontecimientos podría ser análogo en sus consecuencias. 1) Ello podría explicar, por ejemplo, la diferente percepción del tiempo en el niño. Sometido a actividades y relaciones con el medio a partir de un mundo adulto no construido por él, lo que marcaría, también, una diferencia con los animales. El aprendizaje y el crecimiento humano constituyen procesos más lentos que en los demás mamíferos que requieren de menos tiempo para adquirir un número más reducido de habilidades, que su mundo es más acotado y menos variable en cuanto a la complejidad y a la cantidad de actividades posibles. 2) Esto debería repercutir en las diferencias hallables entre distintas microhistorias, por ejemplo, en las dinámicas de la vida cotidiana. 3) Respecto de la historia general, ella muestra un desarrollo de la noción de tiempo ligada a la atención de diferentes fenómenos rigiéndola que van desde el tiempo mítico hasta el tiempo mecánico pasando por el tiempo cíclico “extraído” de lo astronómico y el lineal de la historia escrita. 4) La posibilidad de la percepción de diferentes tiempos signados por una objetividad, toda vez que ellos se rijan por procesos exteriores, también podría explicar la diversidad de sensaciones, su duración, el sentido de la duración de la vida y los diversos “tiempos” registrados en distintas sociedades, particularmente entre las llamadas silvestres y las correspondientes a la civilización moderna, las que atienden a los fenómenos esencialmente diferentes o definen un mismo fenómeno de manera diametralmente distinta. MARCELO LEONARDO LEVINAS.-
M.L. Levinas, «La transcripción completa de los animados diálogos entre el espacio y el tiempo»
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EL TIEMPO COMÚN DE LOS HOMBRES. Una discusión fundamental: ¿la construcción y división del tiempo es psicológica o social?
¿Es posible imaginar el tiempo sin tener en cuenta los procedimientos mediante los cuales se lo mide? ¿Sin un tiempo que no fuera una sucesión de años, meses, semanas, días, horas? Lo pregunta Émile Durkheim. El tiempo es imaginable a condición que los individuos diferencien en él momentos distintos, “comunes” a toda una sociedad. ¿”Dónde” se origina esa diferenciación? En la sociedad. Ciertos estados de conciencia que hayan sido experimentados pueden reproducirse a condición de que sigan el mismo orden en el que anteriormente se habían desarrollado. Así, parte del pasado se vuelve a hacer presente; claro está, distinguiéndose del presente, Durkheim habla de una forma común de recordar de acuerdo con un sistema de fechas impuestas a cada conciencia desde el exterior y arbitrariamente por la sociedad. El individuo recuerda algo que fue importante o no para él prolongado o fugaz, hermoso o terrible, pero lo hace tomando como referencia una festividad, un calendario o la hora que marcaba un reloj…
El tiempo no consistiría simplemente en una rememoración. Sería un marco abstracto e impersonal que no sólo envolvería la existencia individual vigente en el recuerdo sino la de la humanidad. Sería como un cuadro ilimitado en el que se despliega toda la duración y donde pueden situarse todos los acontecimientos posibles en relación con puntos de referencia fijos y determinados. De acuerdo con Durkheim, el tiempo es pensado de manera objetiva por todos los hombres de una misma civilización. Y para disponer temporalmente de los estados de la conciencia, a ellos hay que poderlos localizar en fechas determinadas. Debe estar dividido y diferenciado. O sea que las divisiones en días, semanas, meses, años, corresponden a la periodicidad de los ritos, fiestas, ceremonias públicas. El calendario da cuenta del ritmo de la actividad colectiva y además asegura la regularidad. La conciencia de lo objetivo, vía ese tiempo, marcado de manera independiente al individuo pero de manera absolutamente dependiente de lo social, podría tener que ver con algún tipo de descentración…
Precisamente, para Jean Piaget la evolución en la representación del tiempo en el niño forma parte de una “construcción” de lo real. Se trata del pasaje de un tiempo propio y egocéntrico a un tiempo descentrado respecto del particular punto de vista subjetivo de cada individuo: una seriación puramente lógica, abstracta; el tiempo, transcurriendo homogéneamente y de manera reversible. Piaget habla de una construcción evolutiva de las nociones de tiempo y espacio con prescindencia de cualquier cultura, de una descentración que conduce a un tiempo abstracto del “estilo” del que sugiere Durkheim. Sin embargo, de acuerdo con Durkheim y a diferencia de Piaget, el tiempo de los “adultos” no provendría de una construcción psicológico-genética sino de una sociológica, impuesta al individuo desde el exterior porque, en definitiva: todas las series temporales pueden combinarse en el tiempo; a ellas le son comunes un solo tiempo, que se fija en lo social. Así, en última instancia, se lo percibe colectivamente. MARCELO LEONARDO LEVINAS.-
É. Durkheim, Las formas elementales de la vida religiosa.-J. Piaget, El desarrollo de la noción de tiempo en el niño.-. Unidades del tiempo -espacio (Lévi-Strauss).-
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LA ESPACIALIZACIÓN FÍSICA DEL TIEMPO, según Henri Bergson. El Recuerdo del Presente.
De acuerdo con Henri Bergson, la inteligencia de los hombres opera sobre la realidad por medio de ciertos esquemas. Hace de la realidad, que es perpetuamente móvil, real y concreta, un conjunto de elementos inmóviles, espaciales y separados. Convierte al movimiento en una sucesión de inmovilidades, y al tiempo, a ese fluir perpetuo, en una serie de momentos diferentes. La ciencia natural no sólo espacializa la materia diferenciándola sino también al tiempo, diferenciando los momentos. Lo cristaliza al modo espacial.
Ahora bien, la filosofía, según Bergson, debería tener como objetivo dirigirse a lo inmediato y a lo originario; lo que metódicamente es la intuición. A Bergson le interesa lo psíquico. Y es en lo psíquico donde mejor se encuentra el carácter cambiante y huidizo de lo real. Crítica las cristalizaciones en lo espacial: critica al asociacionismo como ejemplo de espacialización de lo psíquico. Describe cómo se captan, de esa manera, las cadenas de acontecimientos: cada percepción estaría disociada de las otras con las que formaría un cuerpo único, estaría despojada de sus cualidades propias y se convertiría en una unidad aritmética que podría sumarse, Esas unidades mentales se proyectan en un seudoespacio imaginario en el cual se alinean.
Pero para Bergson esta representación no es fidedigna. El movimiento es algo más que una serie de posiciones por las que pasa un cuerpo móvil. El tiempo, en tanto tiempo vivido, es algo más que sucesión de instantes separados: lleva a los hombres de un instante a otro. Los fenómenos psíquicos se fusionan entre sí como las notas de una melodía; el tiempo vivido consiste en una especie de organización sinfónica de los estados mentales más que en una yuxtaposición artificial. Y la melodía liga y da coherencia. Lo psíquico sería duración ya que su tiempo sería el tiempo concreto, no el tiempo espacializado en el espacio física.
Por eso, la memoria no es el producto de una actividad orgánica sino la absoluta continuidad de sus propios actos realizados en la duración, Eso marcaría la unidad de la persona, la unidad del espíritu, Espíritu, persona, duración real y continuidad, memoria y conciencia…sería todo lo mismo, designarían una misma y única realidad, la realidad. Pero la inteligencia es necesaria como uso práctico ya que en la vida práctica la realidad debe ser espacializada y mecanizada.-
Insistamos con la importancia de la duración. Bergson dice que la duración en el hombre no consiste, por lo que se ve, simplemente en un instante que sustituye a otro. Si así fuera, sólo habría “presente”. La duración no consiste en un instante que sustituye a otro porque, de ser eso, no habría sino exclusivamente presente; ni habría prolongación del pasado en el presente, ni evolución, ni duración concreta. La duración es entonces, progreso continuo del pasado que penetra en el futuro y se dilata según avanza. Los hombres perviven la duración como una corriente contra la cual no pueden marchar, es el fundamento de su ser. La duración constituye la propia sustancia del mundo en que los hombres viven.
El conocimiento humano sería entonces tan sólo memoria, en el sentido de que los hombres nunca pueden percibir el presente sino tan sólo recordarlo. Nunca poseen conciencia del presente sino tan sólo recordarlo. Nunca poseen conciencia del presente sino tan sólo de un pasado que salta hacia el futuro en la conciencia actual. MARCELO LEONARDO LEVINAS.-
H. Bergson, Creative Evolution.
LA NATURALEZA DEL TIEMPO, Marcelo Leonardo Levinas (editor). Editorial Biblos, 2008.-