DAVID BOHM

Como recordarán aquellos que nos acompañan desde el inicio, esta es la segunda vez que publicamos un texto de este autor, pero en esta oportunidad incursionando en un campo de algún modo distinto a su especialidad científica: el de las Relaciones Humanas. La cuestión del diálogo merece un esmero especial en su observación, a partir de la base de que no todo todo vínculo verbal implica una real comunicación, veamos pues como la enfoca Bohm:

…La propuesta de abordar el tema del diálogo prestando atención al pensamiento tal vez pueda parecer algo elemental, pero el hecho es que en él se asienta la raíz de nuestros problemas y también, por lo tanto, el camino que puede conducir a una transformación creativa.

Como ya hemos dicho anteriormente, lo que funciona mal en el pensamiento es que hace cosas y después dice que no las hace y afirma que los problemas ocurren independientemente de él. Pero mientras sigamos  pensando de ese modo  el “problema” seguirá siendo insoluble porque estaremos suscitándolo de continuo. La única  forma de desarticular  los “problemas” consiste  en dejar de pensar de ese modo. El pensamiento, en suma, debe tornarse consciente de sus consecuencias, algo que, por el momento, no ocurre. Estamos hablando, en este sentido, de un concepto similar a la noción neurofisiológica denominado propiocepción, que significa “percepción de uno mismo”. El cuerpo, por ejemplo, es capaz de percibir su propio movimiento, ya que, cuando nos movemos, nos damos cuenta de la relación entre nuestra intención y nuestra acción y entre el impulso a moverse y el movimiento mismo. Si careciéramos de propiocepción, el cuerpo no podría funcionar…

…Conocemos el caso de una mujer que tenía dañado su sistema nervioso sensitivo ( pero no así su sistema motor), y que despertó súbitamente en medio de la noche creyendo que alguien la atacaba, pero que, cuando encendió la luz, se dio cuenta de que se estaba golpeando a sí misma, cuando no tenía la posibilidad de saber que era ella quien se estaba golpeando, había creído erróneamente que alguien estaba agrediéndola y, cuanto más trataba de defenderse de su supuesto agresor, con más fuerza se agredía. En ausencia, pues, de propiocepción, no podemos percatarnos de la relación existente entre la intención de movernos y el resultado de nuestro movimiento, algo que sólo puede recuperarse, en el caso que acabamos de mencionar, cuando se encendió la luz de la habitación.

¿Es posible que el pensamiento pueda tornarse propioceptivo? Por lo general, no somos conscientes de tener la intención de pensar. Pero uno piensa porque tiene la intención de hacerlo, una intención que se deriva, por una parte, de la idea de que es necesario pensar porque existe un problema. Si prestamos la debida atención, sin embargo, podremos llegar a percibir la intención y el impulso que nos lleva a pensar, luego podremos darnos cuenta  de la aparición de un pensamiento, que puede suscitar, a la vez, un sentimiento, que dé origen a una nueva intención de pensar, y así sucesivamente. Normalmente no somos conscientes de la existencia de todo este proceso y es por ello que aparece que los pensamientos brotaran de la nada. Pero ésta, al igual que ocurría en el caso de la mujer que recién comentábamos, es una interpretación errónea. Así  pues, un determinado pensamiento puede dar lugar a un sentimiento desagradable del que poco después  digamos que “he conseguido librarme”…pero el hecho es que el pensamiento sigue todavía operando, especialmente en el caso de que se trate de un pensamiento que nos parezca absolutamente necesario.

En realidad, los problemas que nos ocupan se origina precisamente en la falta de propiocepción. El objetivo de la suspensión consiste en posibilitar la propiocepción, crear un espejo en el que podamos contemplar los resultados de nuestro pensamiento, Se trata de algo que está en nuestro interior porque nuestro cuerpo actúa como un espejo que nos permite advertir las tensiones que apareen en él. Pero los demás (el grupo) también son un espejo en el que podemos percibir nuestras propias intenciones, en cuyo caso, uno tiene el impulso que le lleva a decir algo e inmediatamente tiene la posibilidad de darse cuenta de las consecuencias de su acción.

Si prestáramos la atención debida, podríamos dar paso a un nuevo tipo  de comunicación y de pensamiento, tanto interpersonal como intrapersonal, que fuera propioceptivo, algo que no es posible en el caos en el que suele desenvolverse habitualmente el pensamiento no propioceptivo. Podríamos afirmar, sin temor a equivocarnos que la práctica totalidad de los problemas de la especie humana se originan en la ausencia de propiocepción del pensamiento. Es precisamente por ello que el pensamiento crea constantemente “problemas” y luego trata de resolverlos aunque, en el caso, no hace más que empeorarlos porque no se percata de que es él mismo quien los está originando y de que, cuanto más piensa, más problemas crea, porque no se da cuenta de lo que hace. Si nuestro cuerpo careciera de propiocepción no tardaríamos en encontrarnos en una situación completamente insostenible y lo mismo ocurre en el caso de nuestra cultura. Este es, pues, otro de los modos en los que el diálogo puede ayudarnos a poner en funcionamiento un nuevo tipo de conciencia colectiva.

Sobre el Diálogo, Editorial Kairós, pags: 52 a 54

2 Respuestas

  1. flori
    flori 16 de mayo de 2012 at 3:27 AM |

    Parece complicado pero interesante

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    1. Horacio Bello
      Horacio Bello 16 de mayo de 2012 at 12:28 PM |

      Quizás así sea la vida: complicada…pero interesante…

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