DALAI LAMA

dalai-lamaTraemos en cita en esta ocasión a un personaje mundialmente conocido, refiriéndose en el libro que extractamos al interesante vínculo que existe entre la espiritualidad y las ciencias. Estas últimas, con su búsqueda de rigurosidad en la observación, se acercan a aquellas disciplinas espirituales que pretenden ver desprendidas de condicionamientos y se alejan cuando pretenden limitar la vida y el mundo solo a lo visible. Relación que vale la pena intentar desentrañar.

 

LA CUESTION DE LA CONCIENCIA

La alegría de reunirse con un ser querido, la tristeza de perder a un amigo íntimo, la riqueza de un sueño vivido, la serenidad de un paseo por un jardín en un día de primavera, la absorción total de un estado de meditación profunda, son estas cosas, y otras parecidas, que constituyen la realidad de nuestra experiencia de la conciencia. Al margen del contenido individual de cualquiera de estas experiencias, nadie en su sano juicio pondría en duda su realidad. Cualquier experiencia de la conciencia, desde la más mundana a la más elevada, posee cierta coherencia y, al mismo tiempo, un alto grado de intimidad, es decir, existe siempre desde un punto de vista personal. La experiencia de la conciencia es completamente subjetiva. La paradoja, sin embargo, consiste en que, a pesar de la indudable realidad de nuestra subjetividad y de los miles de años de análisis filosófico, hay poco consenso en torno a la naturaleza de la conciencia. La ciencia, con su método característico en tercera persona ,la perspectiva objetiva vista desde fuera, ha avanzado poco hacia esa comprensión.

Existe, no obstante, un reconocimiento creciente del estudio de la conciencia como un área de investigación científica cada vez más apasionante. Al mismo tiempo, se va generalizando la admisión de una falta de metodología científica plenamente desarrollada para la investigación de los fenómenos de la conciencia.

Esto no significa que no ha habido teorías filosóficas sobre el tema o intentos de explicar la conciencia en términos de paradigmas materialistas…

…Pero qué hay de la observación directa de la propia conciencia?

Cuáles son sus características y como funciona? Participan de ella todas las formas de vida, las plantas tanto como los animales? Existe nuestra vida consciente únicamente cuando nos damos cuenta de ella, de modo que, cuando dormimos sin soñar, por ejemplo, la conciencia ha de considerarse latente o, incluso, existente?. Se compone la conciencia de momentos seriados de fluctuaciones mentales o es continua aunque continuamente cambiante? Es la conciencia una cuestión de grado? Precisa la conciencia siempre de un objeto, de algo del que ser consciente?. Cual es su relación con el inconsciente, no solo con los eventos electroquímicos inconscientes del cerebro, que están relacionados por los procesos mentales, sino también con los deseos inconscientes más complejos y, posiblemente, mas problemáticos, con los recuerdos y las expectativas? Dada la naturaleza altamente subjetiva de nuestra experiencia de la conciencia será alguna vez posible su comprensión  científica, en el sentido de un discurso objetivo en tercera persona?

Antes de continuar es importante tener en cuenta los problemas que surgen de nuestro uso del lenguaje en la descripción de la experiencia subjetiva. A pesar de la universalidad de la experiencia de la conciencia, las lenguas en las que articulamos nuestras experiencias subjetivas tienen sus raíces en fondos culturales, históricos y lingüísticos dispares.

Estas procedencias dispares representan distintos marcos cognitivos: mapas conceptuales, practicas lingüísticas o herencias filosóficas y espirituales. Las lenguas europeas occidentales, por ejemplo, hablan de conciencia, mente y fenómenos mentales.

El problema de describir las experiencias subjetivas de la conciencia es realmente complejo. Y lo es porque corremos el riesgo de objetivar lo que es, en esencia, un conjunto de experiencias íntimas y de excluir la necesaria presencia del sujeto que experimenta.

No podemos excluirnos a nosotros mismos de la ecuación. Ninguna descripción científica de los mecanismos nerviosos de la discriminación cromática puede hacernos comprender como es la percepción del color rojo, por ejemplo. Se trata de un tipo de investigación único: el objeto de nuestro estudio es mental, la instancia que lleva a cabo el examen es mental, y el propio medio con el que se realiza el examen es mental. La pregunta es si los problemas que esta situación plantea para el estudio científico de la conciencia son insuperables. Si son tan importantes que arrojan una seria duda sobre la validez de la investigación.

Aunque tendemos a considerar el mundo de la mente como algo homogéneo, una especie de entidad monolítica que llamamos mente, si analizamos más en profundidad, descubrimos que esta aproximación resulta demasiado simplista. La conciencia, tal como la conocemos, se compone de miríadas de estados mentales, extremadamente variados y a menudo intensos. Por una parte, hay estados explícitamente cognitivos, como la fe, la memoria, el reconocimiento y la atención; por otra, estados explícitamente afectivos, como las emociones. Parece, además, que existe una categoría de estados mentales que operan primordialmente como factores causativos y que nos motivan a emprender una acción.

Incluyen la voluntad, la resolución, el deseo, el miedo y la ira. Incluso dentro de los estados cognitivos podemos trazar distinciones entre las percepciones sensoriales, como la percepción visual, que guarda cierta relación directa con los objetos percibidos, y los procesos conceptuales del pensamiento, como la imaginación o el recuerdo posterior de un objeto elegido por la memoria. Estos últimos procesos no requieren la presencia inmediata del objeto percibido ni dependen de la operación activa de los sentidos. La filosofía y la ciencia occidentales han intentado comprender la conciencia casi únicamente en términos de las funciones del cerebro. Esta aproximación fundamenta la naturaleza y la existencia de la mente en la materia, de una forma ontológicamente reduccionista. Algunos consideran que el cerebro es una especie de modelo computador, parecido a la inteligencia artificial. Otros esbozan un modelo evolucionista para explicar la emergencia de los distintos aspectos de la conciencia. La neurociencia moderna cuestiona seriamente si la mente y la conciencia son más que simples operaciones cerebrales, si las sensaciones y las emociones son mas que meras reacciones químicas. Hasta qué punto el mundo de la experiencia subjetiva depende del hardware y del orden operativo del cerebro? Sin duda, ha de depender en grado importante pero lo hace enteramente? Cuales son las causas necesarias y suficientes para la emergencia de las experiencias mentales subjetivas?

Muchos científicos, especialmente los que trabajan en el campo de la neurobiología, parten de la suposición de que la conciencia representa un tipo especial de proceso físico, que surge de la estructura y la dinámica del cerebro. Recuerdo claramente una discusión con algunos neurocientificos eminentes de cierta facultad de medicina de Estados Unidos.

Después de ensenarme amablemente los más modernos instrumentos científicos para la exploración del cerebro humano, como la MRI (imagen de resonancia magnética) y el ECG (electrocardiógrafo), y de dejarme presenciar en directo una operación de cerebro (con el permiso de la familia del paciente), nos sentamos para discutir las actuales teorías científicas acerca de la conciencia. Dije a uno de los científicos: Parece muy obvio que las alteraciones de los procesos químicos del cerebro producen muchas de nuestras experiencias subjetivas, como la percepción y la sensación. .Podemos invertir este proceso causativo? .Podemos postular que el pensamiento puro puede efectuar cambios en los procesos químicos del cerebro?. Quería saber si, al menos conceptualmente, podemos admitir la posibilidad de un proceso causativo en dos direcciones.

La respuesta del científico fue muy sorprendente. Dijo que, puesto que todos los estados mentales surgen de estados físicos, la causalidad inversa no es posible. Aunque en aquel momento no le replique, esencialmente para no resultar grosero, pensé, y sigo pensando, que tal alegación categórica carece de fundamento científico. La teoría de que todos los procesos mentales son necesariamente físicos constituye un posicionamiento metafísico, no un hecho científico. Creo que, conforme al espíritu de la investigación científica, es crucial que dejemos la pregunta abierta y no confundamos nuestras suposiciones con los hechos empíricos. Me consta que hay un grupo de científicos y filósofos que creen que el análisis científico derivado de la física cuántica podría proporcionar una respuesta al enigma de la conciencia. Recuerdo algunas conversaciones que mantuve con David Bohm en torno a su idea de un orden implícito, según el cual la materia y la conciencia se manifiestan conforme a los mismos principios. Debido a su naturaleza compartida, decía, no es sorprendente que hallemos tan gran similitud de orden en la materia y en el pensamiento. Aunque nunca entendí por completo la teoría de la conciencia de Bohm, su énfasis en una explicación holista de la realidad, que incluya la mente tanto como la materia, indica un camino por donde buscar una explicación integral del mundo.

Un punto crucial del estudio de la conciencia, en oposición al estudio del mundo físico, tiene que ver con la perspectiva personal de los relatos como éste. Cuando examinamos el mundo físico, dejando aparte el tema problemático de la mecánica cuántica, tratamos con fenómenos que se prestan a ser analizados con el método científico dominante de la indagación objetiva en tercera persona. En términos generales, tenemos la impresión de que la explicación científica del mundo físico no excluye los elementos clave del campo que es objeto de nuestra descripción. En el terreno de las experiencias subjetivas, sin embargo, la historia cambia por completo. Cuando escuchamos el relato objetivo, en tercera persona, de los estados mentales, se trate de una teoría cognitiva psicológica, de una descripción neurobiológica. o de la teoría de la evolución, pensamos que ha quedado fuera una dimensión crucial del tema. Me refiero al aspecto fenomenológico de los fenómenos mentales, es decir, a la experiencia subjetiva del individuo.

Incluso de este breve análisis queda claro, me parece, que el método en tercera persona, que tan bien ha servido a la ciencia en  tantos campos de su investigación— es inadecuado para la explicación de la conciencia. Lo que se necesita, si la ciencia desea investigar con éxito la naturaleza de la conciencia, es nada menos que un cambio de paradigma. Es decir, la perspectiva en tercera persona, capaz de medir los fenómenos desde el punto de vista de un observador independiente, ha de ser integrada con una perspectiva en primera persona, que permita incorporar la subjetividad y las cualidades que caracterizan la experiencia de la conciencia. Sugiero que es necesario que el método de nuestra investigación sea adecuado al objeto de su estudio. Puesto que una de las características principales de la conciencia es su naturaleza subjetiva y empírica, cualquier estudio sistemático de ella debe adoptar un método que de acceso a las dimensiones de la subjetividad y la experiencia individual.

El estudio científico global de la conciencia, por lo tanto, debe combinar el método en tercera persona con el método en primera persona. No puede desechar la realidad fenomenológica de la experiencia subjetiva pero debe observar todas las reglas del rigor científico. La pregunta crucial, pues, es la siguiente: Podemos concebir una metodología científica para el estudio de la conciencia que permita la combinación de un robusto método en primera persona, que haga justicia a la fenomenología de la experiencia, con la perspectiva objetivista del estudio del cerebro?

Se bien que la ciencia moderna recela mucho de los métodos en primera persona. Me han explicado que, dado el problema inherente en la formulación de criterios objetivos a la hora de juzgar alegaciones contradictorias en primera persona entre individuos competidores, la introspección como método para el estudio de la mente ha sido abandonada por la psicología occidental. Dada la prevalencia del método científico en tercera persona como paradigma para la adquisición de conocimientos, esta inquietud es totalmente comprensible.

Es muy posible que el tema de si la conciencia podrá ser, finalmente, reducida a procesos físicos o nuestras experiencias subjetivas constituyen características no materiales del mundo siga siendo cuestión de elección filosófica. Lo importante es discriminar las preguntas metafísicas sobre la mente y la materia e investigar juntos las formas de conocimiento científico de las distintas modalidades de la mente. Creo que es posible que el budismo y la ciencia moderna emprendan la investigación conjunta de la conciencia, dejando de lado la cuestión filosófica de si aquella es, en última instancia, material. Ambas disciplinas se verían enriquecidas con el acercamiento de sus modos de investigación. Tal colaboración no solo contribuiría a un mayor entendimiento de la conciencia sino también al mejor conocimiento de la dinámica de la mente humana y su relación con el sufrimiento. Sería un camino inapreciable hacia el alivio del sufrimiento, que creo que es nuestra principal tarea en la Tierra.

EL UNIVERSO EN UN SOLO ATOMO, Editorial Sudamericana, 1ª Edición, pags: 144/ 166.-

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