ALDOUS HUXLEY

Volvemos a traer a este prestigioso escritor a nuestro espacio, esta vez con una serie de reflexiones incorporadas a modo de prefacio en quizás el más «famoso» libro de Krishnamurti: La libertad primera y última. Hemos rescatado aquello que en especial se vincula al tema de la realidad y los símbolos, en síntesis, lo que el hombre construye con su intelecto y aquello que no «depende» de él, tratando de encontrar la relación de esta dualidad con la libertad humana:

» El hombre es un ser anfibio que vive a un tiempo en dos mundos: el mundo de los hechos, y el mundo que él ha hecho; el mundo de la materia, la vida y la conciencia, y el mundo de los símbolos. En nuestro pensar utilizamos una gran variedad de sistemas de símbolos: el lenguaje, las matemáticas, el arte pictórico, la música, el ritual, etcétera. Sin tal sistema de símbolos no habría arte, ni ciencia, ni filosofía, ni siquiera tendríamos los rudimentos de la civilización..

…Los símbolos son , pues, imprescindibles, Pero, como tan claramente demuestra la historia de todos los tiempos, los símbolos también pueden tener consecuencias fatales. Consideremos, por ejemplo, de un lado el ámbito de la ciencia, y del otro, el de la política y la religión. El pensar, y actuar en consecuencia, dentro de un grupo de símbolos nos ha permtido comprender y hasta cierto punto dominar las fuerzas elementales de la naturaleza. En cambio, el pensar, y actuar en consecuencia, dentro de otro grupo de símbolos nos hace utilizar esas fuerzas como instrumento para el asesinato en masa y el suicidio colectivo. En el primer caso los símbolos estuvieron bien escogidos, cuidadosamente analizados y progresivamente adaptados a los hechos que van surgiendo en la existencia física. En el segundo caso los símbolos originalmente mal escogidos no han sido nunca sometidos a riguroso análisis, ni tampoco se han ido modificando para ponerlos en armonía con los hechos que van surgiendo en la vida humana. Más aún, estos símbolos inadecuados inspiran a todo el mundo tanto respeto como si por arte de magia fueran más reales que las mismas realidades que representan. Así, en los textos de religión y política no se piensa que las palabras representan defectuosamente hechos y cosas, sino que, por el contrario, los hechos y las cosas sirven para comprobar la validez de las palabras.

Hasta hoy los símbolos sólo han sido utilizados de un modo realista en materias a las cuales no damos la máxima importancia. En todo lo concerniente a nuestros móviles más profundos, persistimos en valernos de símbolos no sólo irracionalmente sino con asomos de idolatría y hasta de locura. El resultado final de todo esto es que el hombre ha podido cometer, a sangre fría y durante largos períodos de tiempo, actos, que las bestias sólo son capaces de cometer por breves instantes, cuando están en el colmo del frenesí, del deseo o del terror. Los hombres pueden volverse idealistas porque hacen uso de los símbolos y les rinden culto; y, por ser idealistas, pueden transformar la ocasional codicia del animal en los grandiosos imperialismos de un Rhodes y de un J.P. Morgan; el esporádico afán de pelea del animal lo pueden transformar en el stalinismo o en la inquisición española: y el transitorio apego del animal a la tierra que lo sustenta, lo pueden transformar en el deliberado frenesí del nacionalismo…

…Ni siquiera el mejor de los libros de cocina puede sustituir a la peor de las comidas. El hecho es obvio. Y sin embargo, en el transcusrso de los siglos, los filósofos más profundos y los teólogos más habíles y eruditos han caído constantemente en el errror de identificar sus obras puramente verbales con la realiad de los hechos, o peor aún, han imaginado que, de algún modo, los símbolos son más reales que aquello que representan. Este culto a la palabra no ha dejado de ser combatido, Según San Pablo: «La letra mata; el espíritu vivifica». «Y¿por qué ,se pregunta Eckhart, por qué caer en habladurías sobre Dios? Cualquier cosa que digáis de Dios es falsa. En el otro extremo de la tierra el autor de uno de los sutras del Mahayana afirmó que «Buda nunca predicó la verdad, pues comprendía que tenéis que descubrirla dentro de vosotros mismos». La gente respetable se desentendía de estos dichos por creer que eran profundamente subversivos, Y así, con el correr del tiempo perduró la idolatría que exagera el valor de los emblemas y las palabras. Las religiones se hundieron en la decadencia, pero la vieja costumbre de promulgar credos y de imponer la creencia en dogmas persistió aun entre los mismos ateos.

En todas partes y en toda época de la historia este problema ha sido resuelto individualmente por algunos hombres  y mujeres. Aunque hablaran y escribieran sobre ello, estos individuos no crearon ningún sistema porque sabían que todo sistema o doctrina envuelve la tentación de exagerar el valor de los símbolos, de dar más importancia a las palabras que a las realidades que ellas representan. Su propósito nunca fue el de ofrecer explicaciones preconcebidas ni panaceas, sino invitar a la gente a hacer el diagnóstico y la cura de sus propios males, lograr que vayan adonde el problema del hombre y su solución se ofrezca a la experiencia directa.

Para comprender la confusión y el sufrimiento que hay adentro de nosotros, y por lo tanto en el mundo, hemos de comenzar por hallar claridad dentro de nosotros mismos, y esa claridad surge del correcto pensar. La claridad interior no puede organizarse, porque no puede recibirse ni darse a otra persona. El pensamiento que se organiza colectivamente es una mera repetición. La claridad no es el resultado de la afirmación verbal sino de la comprensión de uno mismo y del recto pensar. A pensar correctamente no se llega por el mero cultivo del intelecto, ni por la imitación de modelos, aunque éstos sean dignos y nobles. El pensamiento correcto nace del conocimiento propio. Sin comprenderse uno a sí mismo no hay justificación para el pensamiento; sin el conocimiento propio, lo que uno piensa no es verdadero.

Las religiones organizadas, con sus mediadores, sus libros sagrados, sus dogmas, sus jerarquías y sus rituales, sólo ofrecen una falsa solución al problema fundamental. Cuando la verdad se repite, deja de ser verdad; por eso los libros sagrados no tienen importancia. Por medio del conocimiento propio y no de la creencia en símbolos pensados por otros es como el hombre llega a la realidad eterna en que está arraigado su ser. El individuo que ha resuelto el problema de sus relaciones con los dos mundos de hechos y de símbolos, es un individuo sin creencias. Con relación a los problemas de la vida práctica, mantiene hipótesis viables que le sirven para realizar sus propósitos, y a las cuales no concede más importancia que a cualquier otro instrumento. En cuanto se refiere al prójimo y a la realidad en que se afinca su vida, tiene las vivencias directas del amor y la comprensión. Si respondéis a un reto según el viejo condicionamiento vuestra respuesta no os permitirá  comprender el nuevo reto. En otras palabras, los símbolos jamás deben elevarse a la categoría de dogmas, y ningún sistema debe considerarse más que como una táctica provisional. El creer en fórmulas, y en los actos que de estas creencias se deriven, no puede conducirnos a una solución de nuestros problemas.

El conocimiento es cuestión de símbolos y es, con demasiada frecuencia, un estorbo a la sabiduría, al descubrimiento de uno mismo de instante en instante…

La Libertad Primera y Ultima  (prefacio), Editorial Sudamericana.-

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